Nací en Caracas con raíces venezolanas de varias generaciones por los 4 costados. De allí que no me resultara factible residir en otro país, no obstante, la historia fue otra. Mi primera estadía fuera del país fue en Francia cuando tenía 5 años de edad y mis padres solicitaron un año sabático. No sé exactamente desde cuándo me llamó la atención la música, pero recuerdo que estando por aquellas tierras, alguien me regaló un acordeón de juguete que me gustó mucho. Simulando a uno real, tenía botones y teclado. Tal vez de allí fue que saqué la idea de querer aprender a tocar piano. De vuelta en Caracas y unos años más tarde, las circunstancias parecían propicias para hacerlo, tenía entonces 9 años. Pero me enteré de que un par de amigas de clase que tocaban piano y órgano habían comenzado a los 4 y 5 años… Junto a tan terrible sorpresa, mi conclusión -totalmente personal, radical e inconsulta- fue que ya estaba muy vieja para eso… En ese momento privé al mundo de una concertista 😅
Para compensar la desilusión, pensé que tal vez podría aprender a tocar guitarra. Pero el profesor al que mi mamá contactó le dijo que tenía que empezar por el cuatro. Comencé entonces -un poco a regañadientes- con el “cambur pitón” y los libritos con la chuleta de dibujos de la mano izquierda pisando trastes y la derecha rasgando el ritmo, hasta que el profesor -poco tiempo después- desapareció. No obstante, la terquedad musical continuó y quise entrar a la coral del colegio, pero no, tampoco fue posible. Hacer una prueba delante de todos los aspirantes no era algo para lo cual estuviera preparada, después de todo mi idea era cantar en “coro” no en solitario.
Por fortuna las cosas cambiaron en bachillerato cuando convocaron para formar una coral. Y no es que para entonces ya hubiese perdido el miedo escénico, más bien creo recordar que las pruebas las hacía el director en privado. Fue así como finalmente entré a formar parte del coro como contralto… ¡Felicidad plena! El director era Leonardo Panigada, alumno de Alberto y para mayor dicha, quien le hizo la suplencia en la CUSIB en 1978. El mismo año en el cual ingresé a la Universidad y, por supuesto, a la CUSIB.
Si bien con el coro del colegio descubrí la magia del canto coral, las vocalizaciones, los ensayos, los conciertos, los cantos comunes, los eventos, etc, con Alberto y la CUSIB fui más allá y la magia llegó a su máxima expresión con todo lo que implican -tanto en lo personal como en lo coral- los montajes sinfónico corales, las óperas y, por supuesto, la gira internacional de 1980.
Luego de salir de la USB, tuve la oportunidad de participar en el coro de la empresa donde trabajaba, así como en la Schola Cantorun por alrededor de 1 año a mediados de los 90. Además, de ser parte de la fundación y primeros ensayos de Ave Fénix, antes de volver a dejar a Venezuela unos meses por motivos laborales.
Si bien es verdad que después de eso no me he mantenido cantando con la misma constancia de otros compañeros, la conexión que nació en los 70 sigue tan vigente que cuando en 2020 comenzamos a formar el Proyecto Documental y lo que hoy es la Asociación Civil CUSIB GLOBAL, no dudé ni un instante en ser parte activa de ello.
Celebro y agradezco que hoy, más de 40 años después, esté ensayando para reencontrarnos en Madrid y volver a cantar junto a Alberto y María tal como lo hemos venido haciendo desde la adolescencia.
Desde el punto de vista profesional, egresé de la USB como Ingeniero de la Computación y trabajé como tal en la Industria petrolera hasta el año 2003. Luego, las circunstancias me llevaron a optar por dedicarme a otra de las actividades qué, como la música, estuvieron siempre trabajando a la sombra, pero muy cerca de mi corazón: las letras. Y es que un par de años después de graduarme de la USB, ingresé a la UCV para hacer una Licenciatura en Letras, una “carrera” que transité con la calma y el disfrute de un paseo.
Como Licenciada, trabajé en un par de Editoriales hasta el 2012. A partir de entonces he ejercido de forma independiente como Asesora editorial, generadora de contenido y correctora. En el año 2000 obtuve el premio mención ensayo del I Concurso para la selección de obras de autores inéditos de Monte Ávila Editores, con la que fuera mi tesis de grado de la UCV con el Prof Jaime López-Sanz como tutor: A la sombra del alma. Doña Bárbara en el quehacer venezolano.
Como cierre de esta breve historia, tengo que contarles que, a pesar de todo, no me quedé con las ganas de «tocar» piano. A principio de los 90 tomé algunas clases y me di el gusto de lograr entonar algo parecido a Los pollitos, Noche de Paz y con mucha menos gracia, Para Elisa… y es que cumplir los sueños, a pequeña o gran escala, siempre vale la pena.
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