Hoy el mundo es un poquito mejor

Andrés Ferrer
Andrés Ferrer

Hoy es 9 de octubre, casi 10, es que no me he podido ir a dormir. He estado todo el día absolutamente emocionado, como si estuviera sentado en cualquier café de la calle Bravo Murillo en Madrid, esperando que sea la hora de ir al reencuentro, al concierto final de esta explosión de cariño, amor y buena energía que durante una semana ha bombardeado al mundo desde Madrid.

Un reencuentro de gente bonita. Esa es la descripción más precisa que se puede hacer de cada uno de los que han estado en esta fiesta de hermandad y música, de cariño y alegría, de venezolanidad universal.

HACIENDO CAMINO AL CANTAR

Han pasado ya 51 años desde que el valle de Sartenejas, en las afueras de Caracas, dejo de ser el mismo. La tranquilidad y la calma de esos espacios se fueron llenando de los pasos, las ilusiones y las voces de un futuro que llegaba con ímpetu. Estaba naciendo la Universidad Simón Bolívar, una universidad con la excelencia como meta fundamental, que a la postre se convertiría en una de las más importantes del país y del continente latinoamericano.

Y al mismo tiempo que la ciencia comenzaba a surgir en este maravilloso lugar, también la música se hacía presente en las voces de decenas de muchachos que se reunían bajo la batuta de un también joven director de coros, Alberto Grau.

Estos jóvenes abrieron el camino para que muchas generaciones de estudiantes pudieran disfrutar de la mágica aventura de la música, entre los cuales me encuentro yo… Yo llegue unas décadas después… y luego no me quería ir. «Entrar el coro era muy fácil, lo difícil era salirse» comentó hace muchos años el apasionado coralista Guillermo Salazar. Y sí, definitivamente es una reflexión que hoy tiene más vigencia que nunca.

Esos jóvenes entraron en el coro hace 51 años y nunca han podido salirse, siguen allí cantando en la casa de los naranjos, en el MYS 105, en la casa del estudiante, en el Pabellón 6, en el gimnasio, en el “cucarachódromo”… y sus voces han animado a generación tras generación para seguir esta ruta.

Esos muchachos que cantaron juntos hace 50, 40 y 30 años, nunca se fueron y permanecieron unidos. Algunos entraron a la Schola para seguir cantando juntos y seguir al maestro como si se tratara de Hamelin y no de Caracas. En todos estos años no pararon, insistieron por una y otra vía, crearon Ave Fenix y se reunieron en pequeños grupos en distintas partes del mundo, siempre con el empeño de seguir cantando juntos.

EL CORDÓN INVISIBLE DE LA MÚSICA

La diáspora, una palabra que a los venezolanos nos resultaba tan ajena, comenzó a ser una realidad tangible. Cientos, miles, millones de venezolanos comenzaron a emigrar a distintos lugares del globo, en la búsqueda de mejores condiciones de vida y a la cabeza de esta emigración están los profesionales formados con excelencia en la USB. Y allí van también nuestros cantores a la caza de las oportunidades de una vida mejor… pero el vínculo, ese cordón invisible de la música los sigue manteniendo juntos y se van reencontrando, los de este grupo inicial entre sí y luego los de las generaciones posteriores que vivieron la aventura de la música de la mano de los maestros Alberto Grau y María Guinand.

Como si de una religión se tratara, los que entramos en esta familia, respetamos las costumbres y tradiciones, seguimos los rituales y cantamos con el corazón a todo aquel que nos quiera oír. Los maestros entendieron muy pronto que la formación de las generaciones de relevo eran necesarias y así han ido ofreciendo formación y brindando oportunidades, abriendo espacios para sus discípulos y animándolos a crecer aquí o allá.

EL LLAMADO

Pero no nos perdamos en estas disertaciones filosóficas, de lo que les quiero hablar es del corazón. Nadie que haya cantado en los coros que llamamos Grau-Guinand –y aquí me permito incluir a la Schola, la Cantoría Alberto Grau, la Coral de Fundación Empresas Polar y todo el movimiento coral de la familia Schola– puede permanecer indiferente a un llamado de “vamos a cantar”, es así como estos pioneros, conformaron una plataforma, que creció y se convirtió en un maravilloso espacio para el reencuentro y la alegría. Dijeron: Vamos a cantar juntos en Madrid, y la respuesta fue desde todos los rincones… Sí, vamos a cantar.

Lo que arrancó como un reencuentro vía WhatApp que luego convocó a un Zoom con Alberto como invitado sorpresa, generó un sin fin de actividades y la idea de un reencuentro presencial que se fue gestando de a poco, hasta convertirse en una avalancha. Luego, un maravilloso equipo organizador comenzó la tarea a la cual se fueron sumando muchos colaboradores. Todos queríamos ayudar y todos queríamos estar. No podemos saber si en otro tiempo de mejor ambiente mundial la convocatoria hubiera sido mayor, pero lo cierto es que desde 12 países se sumaron más de 60 hermanos y otros tantos seguimos con entusiasmo y alegría (y un poco de envidia, hay que decirlo) todos los preparativos de esta fiesta y luego, el gran encuentro, el hermoso compartir de música, experiencias, amistades.

El reencuentro con los viejos amigos con los que seguimos en contacto virtualmente y el conocimiento de aquellos a quienes no conocíamos. Pasaportes que no llegaron a tiempo, temas de salud por resolver, problemas económicos para enfrentar el viaje y el miedo que nos agobia en estos tiempos de oscuridad, impidieron que la reunión no fuera de cientos (como hubiera podido ser). Pero la luz siempre vence a la sombra y se hizo la luz con ensayos, comidas y bebidas, paseos, reuniones, “updates” de cada uno, fotos, videos, música… “Una amistad más allá del pentagrama” ¡Qué bonito lema y qué cierto!

Los más intensos tuvimos la oportunidad de sumarnos a los ensayos vía Zoom y prepararnos para cantar en el concierto del domingo, igual que los que estaban en Madrid.


UNA FIESTA A LA AMISTAD

Esto fue una fiesta de amistad. Los amigos se reencontraron en homenaje al amigo que los unió, al que los ha guiado siempre. El maestro Grau, no es solo un gran director o un buen docente o un eximio compositor. El maestro Grau es amigo de sus coralistas, se preocupa con nosotros y celebra nuestras alegrías. El maestro Grau, el Pater Familiae, así lo han reconocido sus hijos de la música. Por supuesto –ya lo dice la sabiduría popular– detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y esa es María. Aunque pensándolo bien, ella no es la mujer “detrás” del hombre; es la mujer “al lado” del hombre, acompañando, impulsando, organizando y a la par, haciendo su propia carrera, su propio espacio. Cosas que tienen las mujeres que nosotros no tenemos, esa capacidad “multitasking”. María es un claro ejemplo de esto. A mí a veces me cuesta mascar chicle y caminar, o escribir estas líneas y tener unas ganas inmensas de llorar.

Cuando hablo de esta familia, no puedo ser imparcial. Es mi familia, la que elegí y la que me eligió y milito en las filas de esta familia con la misma vehemencia que los maestros nos enseñan y que aprendí de mis antecesores. Mis mejores amigos están en esta familia, mis afectos más entrañables, tienen en común cantar conmigo.

EL CONCIERTO

Pero, no les he hablado del concierto. Y esperé a escribir estas líneas (o páginas) después del concierto para poder tener todas las barajitas en el álbum. Solo que no hay álbum que pueda recoger todas estas barajitas.
Dos horas antes de la convocatoria, ya el coro estaba en la iglesia y ya éramos 25 en el chat de YouTube, esperando que empezara el concierto. Allí también hubo reencuentros y conocimientos, hasta creo que algún flirteo vi por ahí entre gente que no se conocía… Llegó la hora citada y el concierto no empezaba. El público comenzaba a impacientarse y todos le escribíamos a Jorge Sequera y José Eduardo Ruso, contribuyendo a su stress del momento. El cura seguía dando la comunión, la misa no terminaba, en fin. Llegó el momento. Terminó la misa y empezó el corre-corre, una cámara pa’llá, un micrófono pa’cá. Oíamos a “Joseduardo” preocupado buscando un cable y tratando de controlar el volumen de la transmisión que subía y bajaba de manera independiente. Finalmente, todo listo, por YouTube llegamos a ser más de 250 espectadores y unos 700 en la Iglesia…

Una breve presentación y ya teníamos al Coro Consonante en el altar (muy amplio y bello el templo, por cierto) dirigido por mi hermano José Mena Polo. Yo no podía estar más emocionado, algunos en el chat lo conocían otros no, así que yo “me la echaba” diciendo, las primeras veces que él dirigió yo estaba ahí y él cantaba al lado mío… y cosas así, pues, que solo eran la manifestación de mis ganas de llorar de ver a mi querido José, grande, muy grande haciendo música difícil y hermosa con su coro y aquello sonaba maravilloso.

Siempre que me gusta un coro digo que es como un tractor, pero me refiero a que al igual que un tractor, lo ves venir grande, poderoso, presientes que te va a aplastar, pero aquí la magia, lo que pasa es que te llena de música y te reconstruye, te siembra música, te deja como nuevo. Eso me pasó con Consonante…. (y eso que el sonido del streaming no era el mejor, ya quiero oír la grabación final) ¡¡¡Qué orgullo mi querido José… qué orgullo!!!

Luego ya la guinda de la torta, salieron a la escena, los “CUSIB Global” Yo había jurado que cantaría con ellos todo el programa, la única que no me sabía era María Pancha. Pero cuando lo intenté mi corazón no me lo permitió… y les cuento que no fue que me salieron unas lagrimitas, es que lloré como un muchachito. Lograba distinguir en el coro caras de gente a la que amo profundamente y a los que hace tanto que no abrazo. «Cantemos a la dulce paz»… eso fue lo único que pude cantar al inicio… Ya luego me repuse y si canté el resto del programa y hasta hice mi propia versión de María Pancha. Y si las caras del coro me emocionaban, no les cuento cuando veía las caras de los maestros, mis maestros, los que me han enseñado y me siguen enseñando tanto. Y ese repertorio, las canciones que nos han movido por años, que han formado parte de la historia de nuestros coros: El Locus iste de Bruckner, el Encobijao, la Cabra Mocha, el Dosel je Dosel… La música haciendo lo suyo, sembrando emociones, creando nuevos recuerdos que atesorar en nuestros corazones.

Mientras tanto, en el chat de YouTube había una fiesta, todos lo que no podíamos estar allí cantando en vivo, celebramos, aplaudimos, cantamos…

AMOR, LLAMA Y ESPERANZA

Luego, a la mejor manera del Movimiento Coral Venezolano, terminó la fiesta con un gran canto común uniendo a Consonante y a CUSIB Global. Ya aquello era el paroxismo. Y finalizar con la Canción del Nuevo Mundo fue el culmen.

María dirige el Himno de la USB tanto para el público como para el coro


Luego, la fiesta por allá. Acá, pues un “wiskycito” sí que me tomé en honor a mi maestra. Las despedidas, los hasta luego y ese montón de corazones viajando otra vez a sus lugares de origen recargados de una nueva energía y con la emoción de haber vivido otra vez por unos días en los pasillos de Sartenejas, en el Ampere, en el acuario…

Y acá estoy, hoy 10 de Octubre, terminando estas líneas a ver si los editores del Bloguetín no me dicen que es muy largo y que lo tengo que recortar, je je.

Me quedo con este saborcito de amor en la boca, a la espera de la nueva convocatoria a ver si puedo estar en vivo. Mientras tanto sigo dándole vueltas a un pensamiento que me ha rondado todos estos días… creo que desde hoy el mundo es un poquito mejor…

FOTOS: Carlos Hernández @photo194

image_pdfimage_print

One Comment

  1. Anónimo Reply

    Qué hermoso texto
    Gracias Andrés, tus palabras cuentan lo que muchos vivimos ese mágico día lleno de emociones.
    José Mena me hizo palpitar el corazón… mi amigo bello y sensible es un gran profesional de la música.
    Ni hablar de nuestros Maestros. Tuvimos un festín musical de amistad inquebrantable
    Gracias también a Cusib Global por tanto
    Un abrazo a todos y disfrutemos del recuerdo de un día memorable
    Con gran cariño, MarrI

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *