Ludwig vivía con su familia en Corralito, muy cerca de Los Teques, en una casa construida por ellos mismos, cosa que siempre admiré. Era un hogar muy acogedor, con una arquitectura simple, con espacios amplios y agradables.
El papá de Ludwig me inspiraba mucho respeto, por no decir culillo. Cuando nos sentábamos a cenar el silencio era sepulcral, y cuidado si algo de la comida no era de su agrado!!! Pero la otra faceta era la de un padre abnegado y estricto, que supo inculcar a sus hijos una educación impecable.
La mamá en cambio era una de esas mujeres recias, como las de antaño. La recuerdo dulce y amorosa con sus hijos, consentidora y siempre sonriente a pesar de las adversidades de la vida. Particularmente, a mi me trató siempre como a un hijo más.
Muchísimos fueron los fines de semana, en que me quedé en casa de Ludwig, para estudiar para algún examen o a veces para hacer excursiones por las zonas cercanas.
A veces las excursiones no eran tan cercanas… Una de las aventuras que emprendimos durante esos años de medio inconciencia juvenil, fue cuando nos fuimos hasta Mérida, pidiendo cola, jaja. En una de esas nos dejaron a las 2 de la madrugada, cerca de la represa de Santo Domingo, donde tuvimos que caminar un buen trecho, mochila en la espalda, con los carros que nos rozaban por la carretera, tal vez pensando en que éramos guerrilleros, jeje. Finalmente, llegamos a una alcabala, donde pudimos pernoctar con seguridad.
También tuvimos ocasión de ir de excursión, ya con carro (un JEEP Renegade de Ludwig) a las playas de Chichiriviche de la costa o a las montañas de Jarillo.
En fin, fue el amigo incondicional de los años universitarios y por mucho tiempo post universitarios. Lógicamente también compartimos en la CUSIB durante un buen tiempo…
De las cosas que recuerdo con agrado, es que Ludwig era una persona muy ordenada, su biblioteca, su colección de discos y demás cosas, lucían de manera impecable, todo en orden alfabético para su pronta ubicación. Su caligrafía era perfecta, ordenada, impoluta.
Referente a eso también recuerdo una anécdota: ya en plena carrera de ingeniería electrónica, estábamos presentando un examen de no me acuerdo qué! Lo cierto es que casi todos estábamos pelando b… y nos estábamos soplando las respuestas. Al final, el examen de Ludwig, con su letra perfecta y ordenada, sacó más nota que los que habían soplado las respuestas, con la consabida arre…de estos, jajaja.
También era un melómano consumado, con una colección envidiable de discos (LP´s en la época) de música clásica, casi todos de la Deutsche Grammophon! Podía pasar horas trabajando en su escritorio, con esa música acompañándolo.
Ya graduados, tomamos rumbos distintos en nuestra vida profesional y eso nos alejó un poco. Sin embargo, nos escribíamos o llamábamos el día de nuestros respectivos cumpleaños. Casualmente, nos vimos unos meses antes de su partida, compartiendo un almuerzo. Guardo un grato recuerdo de ese día.
Ludwig era una persona de gran corazón y de una fe religiosa muy arraigada, tanto así que era diácono de la iglesia católica y a eso le dedicó mucho tiempo de su vida.
Su esposa, Diana Londoño, también excusibista, lo acompañó siempre, en las buenas y en las malas y para él, siempre fue de gran apoyo físico y moral.
En fin, es muy difícil escribir y describir en pocas líneas, una amistad de tantos años. Me gustaría tener la misma capacidad poética de tantos compañeros, para realmente describir la personalidad de este amigo, que nos dejó prematuramente con el corazón arrugao. Seguramente forma parte del coro celestial, junto a tantos otros compañeros que se nos fueron.
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