Reporta:
Yolanda Fuenmayor
Proyecto Documental

Antecedentes
En la gira a las XII Choralies en Vaison (1986) hicimos amistad con un bellísimo grupo de franceses que participaron en el festival. No se conocían entre ellos pero fueron conmovidos por nuestra música, nuestro ritmo y nuestra alegría. Amistad que conservamos hoy. Quisieron venir a visitar nuestro país y un grupo del OUSB nos organizamos para mostrarles Caracas y luego el interior del país. Lo que voy a narrar aquí es uno de los viajes más mágicos e inolvidables junto a este grupo.
Todo comenzó por un artículo publicado en el periódico sobre la celebración de los 500 años del descubrimiento de América para los cuales los reyes de España visitarían el primer punto de tierra firme al que llegó Colón (Macuro) y para lo que se planeaba desarrollar un complejo turístico en el cual pudieran alojarse los invitados y construir una carretera al lugar. (No se construyó nada).
Para la fecha del artículo ya habíamos llevado a nuestros amigos franceses a conocer algunas playas de nuestro litoral central y de occidente, por lo que pensamos que sería bueno ir a conocer el lugar donde llegó Colón antes que la civilización lo estropeara.
Macuro es un pueblo de pescadores que se encuentra en el extremo más al este de la Península de Paria. Tan aislado por montañas que sólo se puede llegar en peñero o a lomo de burro.
“No pueden ser malos si cantan como Ángeles”
(Pueblo de Macuro sobre nosotros)
Sería un viaje largo por lo que fueron muy pocos los que se anotaron del OUSB para esta aventura por distintos motivos como tiempo, dinero o trabajo. Había que llegar hasta el punto donde termina la carretera Panamericana, el pueblo de Güiria y ahí buscamos quien nos llevara a Macuro en Peñero.

Para aprovechar el viaje a Oriente, decidimos que mejor sería visitar las playas de Cumaná y acampar un par de días en Playa Colorada antes de emprender viaje a Güiria.

Después continuamos pero llegamos a Güiria muy tarde en la noche. Sin conocer el pueblo y sin haber planeado alojamiento en el lugar, nos vimos obligados a dormir en los automóviles.
Del Carácter Solidario del Gentilicio Venezolano
A la madrugada nos despertaron golpes en los vidrios de los automóviles; un par de pobladores nos interrogaba que hacíamos ahí. La primera reacción fue de susto, les explicamos a donde nos dirigíamos y el artículo de prensa que nos motivó a visitar el pueblo de Macuro.
Deben tener mucha hambre- nos dijeron,- no quieren desayunar?
Somos estudiantes, tenemos poco dinero y algunas chucherías con las que estamos bien, gracias.
La pareja insistió y nos dieron el desayuno más sabroso imaginable! Arepas, huevos, queso, fruta y café. No sabíamos cómo agradecerles y les cantamos con el corazón!

De ahí nos fuimos a un muelle en el cual nos indicaron podíamos encontrar quien nos llevara a Macuro. Durante el viaje por un mar muy agitado, algunos íbamos bastante asustados además de no llevar chalecos salvavidas, por lo que nos calmamos adivinen como… Cantando.
Llegada a Macuro
Al desembarcar comenzamos a buscar un buen sitio para acampar. En un extremo de la playa había una fábrica procesadora de yeso cortando abruptamente la belleza virgen del lugar pero que tras las rejas tenía una extensión de grama que se veía muy cómoda para establecer nuestro campamento, por lo que mientras un grupo cuidaba el equipaje, otro fue a pedir permiso para acampar en esa zona.

La fábrica nos negó el acceso, por lo que levantamos nuestro campamento en el lugar donde desembarcamos.

Al caer la noche preparamos una gran cantidad de pasta y mientras lo hacíamos los niños del pueblo nos fueron rodeando, les dimos de nuestra comida, conversamos con ellos y sonreían felices pero los adultos los llamaban para que no se acercaran a nosotros.
Sin embargo cuando empezamos a cantar algunos adultos se acercaron a escuchar. Más tarde en la noche nos visitaron un hombre y una mujer del pueblo y nos hicieron muchas preguntas, quiénes éramos, por qué estábamos ahí, por qué habíamos ido a la fábrica de yeso, nos hicieron saber que el pueblo le tenía una guerra a los de la fábrica porque contaminaban la playa y afectaba su modo de vida: la pesca. Les aseguramos que no teníamos ningún vínculo.
La Asamblea
La siguiente noche nos invitaron a asistir a una asamblea del pueblo. Nos explicaron que todo lo que atañía a la comunidad se decidía por votación en asamblea y que votarían si podíamos acampar en su playa o nos teníamos que ir.
Empezaron las ponencias, algunos con temor por habernos visto ir a la fábrica, pero muchos comentaron lo buenos que éramos con sus niños, que habíamos compartido nuestra comida con ellos y que no podían ser malos muchachos que cantan como Ángeles…
La asamblea votó por permitirnos quedarnos en su playa y al día siguiente los líderes del pueblo nos dieron un tour, nos llevaron a su pequeño museo y su increíble biblioteca y nos hablaron de su historia y su modo de vida. Para nuestros corazones jóvenes fue un aprendizaje y un descubrimiento como el de Colón!


El Bautizo del Peñero
Desde el primer día fuimos testigos de cómo se construye un peñero. Pero lo mejor de todo fue ser testigos y partícipes de un rito y una celebración bellísimas, donde el corazón se nos puso grande como nuestra Venezuela.
Los peñeros no los construyen en la playa, y cuando están listos para echarlos al mar, los van rodando sobre troncos que colocan bajo el peñero principalmente los niños o adultos de baja estatura. Solo los hombres arrastran el peñero mientras las mujeres se agrupan a rezar en la playa.



Los muchachos de nuestro grupo preguntaron si podían participar y fueron recibidos como otro pescador más.
A cada empuje iban pasando una botella de aguardiente se tomaba un trago y se echaba un poco dentro de la embarcación hasta ponerla en el mar. Fue algo emocionante, mágico, y nos hizo pensar en lo afortunados de estar ahí en ese momento, de formar por unos minutos parte del pueblo, de rezar con ellos por la buena pesca y el regreso de los pescadores a salvo, mientras el peñero se balanceaba sobre las olas nuestras voces se unieron a los rezos cantando…. Hevoe Mare Nostrum
Para terminar esta crónica, aquí tenemos una foto con el grupo participante y con los líderes del pueblo:

De izquierda a derecha,
- Primera fila: Carlos González, Yolinil Chang, Titina, Helena Troncone (oboe de la orquesta), Hombre líder del Pueblo de Macuro, Sandrine Gampert, Mujer líder del pueblo de Macuro.
- Segunda fila: Yolanda Fuenmayor, José Mena, Adriana Sarmiento, Josiane Crespo, Gaby, Simon Bolzinger.
- Tomando la foto: Luciano Lelli (+). (El de la camisa amarilla en la foto de la estatua de Colón y empujando el peñero entre Carlos y José )
Sobre esta visita al pueblo de Macuro uno de sus protagonistas, Carlos González, escribió:
“Estoy convencido de que la geografía moldea la forma de ser de la gente. De ese viaje recuerdo vívidamente la espectacular naturaleza que conocimos en el recorrido. Las palmeras esbeltísimas y la vista al mar de la Plaza Sucre de Río Caribe -de las plazas más hermosas que conozco- y nuestro peñero, diminuto, al lado de la inmensa pared vegetal del último dedo de la cordillera de la Costa entrando abruptamente en el mar Caribe.
Carlos González
Ese entorno hermoso, virgen, corresponde al carácter de la gente que nos recibió en Güiria y Macuro.”
Carlos González
Lindo do relato de una experiencia única y maravillosa! 🤗
Muchas gracias Glenda, por dejar tu comentario.
Ilusiona mucho saber que el contenido que publicamos resulta de interés para quiénes nos leen y nos animan a seguir en esta labor. ¡Muchas gracias!