Preámbulo
Comienzo, queridos lectores, diciéndoles que no culpen a Pantelis Palamidis ni a nadie de la gente de ProDoc (Proyecto Documental). A mí ciertamente me dijeron que escribiera “unas 2 cuartillas” (¿cuartilla? ¿con qué se come eso?). El entrevistado, que es más humilde que una sopita de pan, me imploró que por favor “no escribiera mucho”.
Pues bien, lamento desilusionarlos a todos, pero me es imposible. Simplemente, no puedo escribir corto sobre el personaje de esta historia. Así que se los doy en capítulos, por si acaso quieren leer esto en cómodas cuotas.
¿Listos? Ya se los advertí, así de aquí en adelante lean a su propio riesgo.
Contenido
Capítulo 1: La Toscana y Las Cinco Águilas Blancas
Capítulo 2: Encuentro con la CUSIB
Capítulo 3: Doctorado honoris causa en Gerencia de la Universidad Grau-Guinand
Capítulo 4: Pero, realmente, ¿hay vida después de la CUSIB?
1. La Toscana y Las Cinco Águilas Blancas
Rafa, querido Rafa. No crecimos juntos, pero qué chévere hubiera sido. A lo mejor hubiéramos cantado muchas veces Niño Lindo y Los Pollitos con nuestras familias, alrededor del piano con mi mami, tipo La Novicia Rebelde. Pero, ahora que lo pienso, tú eres más chiquito que yo, y probablemente te hubiera tocado hacer lo que hacen los primitos y hermanitos chiquitos: chaperonear y torturar a sus primas y hermanas mayores. En ese caso, probablemente te hubiera espantado y dado órdenes tales como “¡Consígueme un tenteallá, pero que sea amarillo y fresco, y si no, no lo traigas!”.
Así que quién sabe cómo sería nuestra relación el día de hoy.
Pero ahora más en serio: aunque nos conocimos de viejos, el Rafa y yo, en efecto, somos primos por todas partes, casi increíble. Ambos —y nuestros respectivos hermanos— nacimos y crecimos en Caracas, pero venimos de familias merideñas y trujillanas, algunas de las cuales eran de la Isla de Elba, la misma a donde desterraron a Napoleón), que un buen día del siglo XIX zarparon en un barco hacia Venezuela en dirección al Páramo andino, hasta lo alto de las montañas. Como me lo explica el primo, esto lo hicieron por razones de clima, café y ausencia de malaria. Unos trajeron a otros. Para esos italianos en búsqueda de un café calientito y un clima sabroso, la región andina fue la Westonzuela, Katyzuela, etc. de los venezolanos del siglo XXI.
Eso es por parte de mi papi y su mami (Margarita Enríquez Berti, que lamentablemente nos dejó recientemente y que en lo sucesivo llamamos afectuosamente “Mamá Márquez”). Pero es que, además, nuestros papás merideños (el mío del Páramo de La Azulita, y el de él, Edecio Márquez Uzgátegui, de Chiguará y Lagunillas) comparten primos Márquez también. ¡El pobre primo no se salva de mí por ninguna parte!
Es que, veamos, a los andinos hay que tenerles miedo. Esa gente es prolífica. Por eso, sus descendientes nos topamos continuamente con personas que —más que tu luz y tu aroma en mi piel— comparten con nosotros ese recio ADN mezcla de la Toscana italiana y de Las Cinco Águilas Blancas.
Imagínense que solo en la familia INMEDIATA de Mamá Márquez hay 88 primos hermanos. De ese gentío, la única de las mujeres que estudió fue ella. Se graduó de odontóloga en Mérida, en un mundo en que las mujeres no nacían para ser profesionales, sino más bien para cocinar y amamantar. Ella decidió que iba a ser diferente. Ahora bien, también ayudó que tenía un abuelo alcahueta que le pasaba a escondidas libros que habían sido terminantemente prohibidos por la abuela de Rafa (por aquello de que “las mujeres no son para leer libros”).
Mamá Márquez fue de esas intrépidas que salió a comerse el mundo y tener una carrera profesional a pesar de las circunstancias. Como entenderán mis queridos lectores, con ese descomunal pedigrí no había forma ni manera de que el primo no llegara posteriormente muy pero muy alto, y más adelante verán por qué digo eso.
Pero bueno, me estoy yendo por la tangente (o “por la detergente”, como dijo alguna vez una amiga, pero discúlpenla: esa pobre infeliz nunca tomó clases de matemáticas con Leo Corry, quien estoy segura de que le hubiera dejado sumamente en claro la diferencia sutil [¿o es la presencia febril?] entre ambos términos).
Así que continuemos.
2.Encuentro con la CUSIB
El hecho es que conocí al Rafa más tarde en la vida, a finales de los 70. Yo era una experimentada integrante de la Coral de la Universidad Simón Bolívar (“CUSIB”). Él venía de cantar junto con su hermana Margarita (que en este momento está leyendo esto toda sonrisa con los ángeles desde allá arriba) en la Misa de la Iglesia de Cumbres, junto con otros cusibistas/orfeonistas, entre ellos Irene Londoño. [Inciso aquí: Irene es hermana de Diana, esposa de nuestro Ludwig Schmidt, quien también nos sonríe desde arriba, cantando con todos nuestros otros compañeros que ya alzaron vuelo. Perdónenme: ¡eso es un TREMENDO TRABUCO CORAL!].
Resulta que un buen día del año 1979, el Rafa conoce en un grupo de estudio a Juan Carlos Jaimes (mejor conocido como Juanca, una persona muy feliz). Y de repente, así como quien no quiere la cosa, Juanca le comenta: “Caramba, chico, a mí me parece que tú eres bajo”. Pero, aclaremos: quien haya oído la Voz de Trueno de Rafa, la misma que Rachmaninoff seguro eligió para componer sus famosas Vísperas (1), entiende que Juanca no estaba precisamente descubriendo el agua tibia cuando dedujo el registro vocal del primo. Y aquí es cuando le lanza el zarpazo a esa presa inocente: “¡La Coral de la Simón Bolívar te necesita!”.
Pero fíjense lo curioso de esto: Ro y yo habíamos sido quienes habíamos jalad… digo, “invitado” a Juanca al coro. ¿Ven cómo va la cosa? Yo traigo a Juanca, y Juanca trae al primo. Como un perfecto dominó. Es que, les digo: No hay casualidades.
Total que el Rafa se presenta ante Alberto Grau, quien, al oír el “¡Mucho gusto!” de Voz de Trueno, ni siquiera se molesta en probarlo, sino que le señala con el dedo: “Siéntate allá, por favor”. ¿Y saben dónde era “allá”? Nada más y nada menos que la silla vecina de RAMÓN VINKE. Lo pongo en mayúsculas porque, reconózcame usted, que eso de sentarse el primer día del ensayo al lado de un puntal de la talla del Padre Ramón tiene que haber sido una experiencia aterrorizante. Con esta, el pobre primo estaba listo. Ya no había pa’ tras. Aparte de que uno llega al lado de Ramón a cantar. Nada de conversadita. Nada de bromitas. Nada de eso. En 2 platos: ¡se acabó lo que se daba!
¿Y qué cantó el coro en ese ensayo? Afortunadamente cosas como Fum Fum Fum, aguinaldos. Era un programa de Navidad, con piezas que él ya había cantado en la Iglesia de Cumbres. Algunas se las sabía, otras no. Nuestro entrevistado ya había tomado clases de cuatro y guitarra junto con Margarita y tenía sus conocimientos básicos de música, pero Ramón lo puso en su sitio de una sola vez: “Mira, imberbe, espabílate: ¡los bajos cantamos en la línea de abajo!”. (Bueno, probablemente no fueron esas palabras exactas, pero estoy segura de que eso es lo que oyó el primo aterrorizado).
[Hago una parada aquí, querido lector, para invitarte en este momento a cerrar los ojos y pensar en tu primer ensayo con Alberto Grau o María Guinand. ¿Ya cerraste los ojos? Aquí va: ¿Qué cantaste ese día? ¿Qué sentiste al salir de allí? ¿Quiénes se te sentaron al lado? ¿Te acuerdas de algún detalle específico? Te apuesto que con esas pocas preguntas, puedes escribir una tesis de grado].
En cualquier caso, ese mismo día, en esa misma silla al lado del Padre Ramón, empezó la historia de amor eterno de Rafa por los coros de Alberto y María. Una historia que, para la enorme fortuna de todos nosotros, ha durado para el resto de su vida. A partir de ese Fum Fum Fum, el enamoramiento creció locamente con más piezas, conciertos, adrenalina, matrimonios de los que salieron relaciones padrino-ahijado, vivencias, compañeros, la ópera Don Pasquale, serenatas (¡¡¡¡una de ellas fue a casa de quien escribe estas líneas!!!) y con la organización del viaje para Vaison.
Así que en menos de lo que canta un gallo, Voz de Trueno, el mismo que un futuro sería presidente de empresas internacionales, estaba muy orondo paradito en el CCCT vendiendo tarjetas de Navidad para recolectar fondos para el viaje.
3. Doctorado honoris causa en Gerencia de la Universidad Grau-Guinand
Todo esto pasaba mientras Rafa seguía con sus estudios de ingeniería mecánica en la Universidad Simón Bolívar. Pero el primer día que puso el pie en la CUSIB fue el primer día del resto de su vida. El día que le definió el camino a seguir y que le causó un efecto que nuestro querido Abustín (Agustín Pulgar) resaltó también alguna vez en el chat de amigos de la vida. Cuenta Rafa:
“Prima, si no hubiera sido por la coral, en algún momento hubiera tirado la toalla y hubiera dejado de estudiar. No era que estuviera estudiando la carrera equivocada. Al contrario: me encantaba la parte de diseño, máquinas, etc. Sin embargo, sentía que me faltaba algo. Que la parte humanística estaba corta. Cuando empecé a cantar en la CUSIB, algo finalmente hizo clic en mi vida. Me dije: ‘¡Esto es!’. Por estar con el coro, sentí que tenía que seguir saliendo bien en mis estudios. Es más: no me iba de la Universidad para no salirme de la coral. La CUSIB, mis ensayos, mis conciertos… todo eso fue el complemento que necesitaba para sentirme completo”.
Y añade: “Así que seguí cantando con el coro. La experiencia me transformó. Me identifiqué plenamente con Alberto: con su seriedad, su disciplina y su manera de trabajar. Alberto puede manejar un grupo con la mano, con la vista, con los gestos corporales. Y, créaselo o no, mucha de esa enseñanza —mucho más allá de la música— la apliqué luego a nivel gerencial para siempre en mi vida profesional. Y por supuesto, no solo Alberto, sino María. ¿María? ¡Ella hubiera podido ser la CEO de una transnacional! María es un ser dotado de absolutamente todas las competencias, humanas y de todo tipo. La combinación de estos dos fantásticos músicos es extraordinaria: Alberto es el ideólogo, María es el tractor, la fuerza motriz gerencial”.
Acerca de la enseñanza gerencial aprendida del Maestro Grau, el Rafa relata la siguiente anécdota (2):
“Resulta que en la gira de Vaisson, el taller más importante, más nombrado, más buscado era La Pasión Según San Mateo, dirigido por un director luxemburgués [la entrevistadora anota aquí: cuyo apellido de 3 letras empieza por C, termina en O y tiene una A en la mitad]. Pues bien, resulta que el señor C pone sus ensayos, pero el problema es que algunos coincidían con los que teníamos los de la CUSIB para ayudar a otros europeos a montar Mata del Ánima Sola. Así que los cusibistas no pudimos ir a todos los ensayos de La Pasión, y en una de esas, el señor se arrech… y decidió expulsarnos del asunto, sin compasión. Salimos de allí con el rabo entre las piernas, y como niñitos regañados fuimos a contárselo a Alberto.
Y aquí vino la sorpresa: fuimos testigos presenciales de un fenomenal mano a mano (ejem, “discusión”) entre el luxemburgués y nuestro Maestro, quien le reclamaba al tipo el habernos botado del taller (todo esto en PERFECTO FRANCÉS, lo cual nos sorprendió sobremanera). Peleó por todos nosotros de una manera tan vehemente que me dejó una huella profunda. Ese mismo Maestro regañón que todos conocíamos, se lanzó igualito al ruedo a pelear como un tigre para defendernos, como un papá con sus hijos”.
[Otro inciso de quien escribe estas líneas: Yo lamentablemente no fui a Vaisson. Ahora bien —y no sé qué piensan ustedes —si yo hubiera visto a mi maestro Alberto defendiéndonos ante alguien por haber faltado a algún ensayo, ¡hubiera empezado a pegar gritos de alarma diciendo que nos habían secuestrado al Maestro y que ese era un impostor!].
Prosigue el primo: “Afortunadamente, la historia tiene un final sumamente feliz, porque los botados terminamos inscribiéndonos en un fantástico taller de Espirituales Negros, en el que conocimos al recientemente fallecido director Royce Saltzman (3) y a su hija Kathy (4), con quienes forjamos una relación que ha perdurado a lo largo de 4 décadas. Ella, por cierto, forma parte de los proyectos de entrevistas de Cusib Global”.
Y concluye: “Ahí es cuando tú empiezas a aprender de la verdadera gerencia: eres duro con tu grupo, a veces hay que decir cosas muy fuertes, etc., pero cuando te toca defenderlos, lo haces sin miramientos. Igualito que como si fuera un hijo”.
Imagínense, queridos lectores, que este formidable profesional, que posteriormente llegó a ser un CEO nacional e internacional, que ha trabajado en diversos países del globo terráqueo (ver capítulo 4) revela con total franqueza y humildad que los cimientos de sus lides gerenciales se plantaron con su paso por la CUSIB. Que esa enseñanza lo encaminó a ser el líder en el que años después se convirtió.
Pero yo digo que tampoco vamos a darle todo el mérito a Alberto. ¿Recuerdan la genética materna de la que les hablé al principio? Ahí está, pues: ¿Esa combinación Grau-Mamá Márquez? ¡Definitivamente explosiva!
4. Pero, realmente, ¿hay vida después de la CUSIB?
Luego de hacer un par de pasantías y a punto de graduarse de la Universidad Simón Bolívar, el primo pasó a la Schola Cantorum en 1983. En 1985 se casa con su Liliana (Bello), y ahí comienza otra vida, ya con familia y un nuevo trabajo pleno de responsabilidades en la empresa British American Tobacco, por lo que no le fue posible seguir cantando. A lo largo de los años se produce el meteórico ascenso dentro de la compañía, y con Liliana y su hijo Alejandro de 4 años se va a Paramaribo, Surinam, como director de operaciones. Luego de Surinam, regresa a Venezuela, posteriormente nace su segundo hijo Sebastián y comienza una vida de logros y nombramientos como presidente de la compañía y vida en distintos países, como El Salvador, Perú y Ecuador.
El regreso a la patria es en el año 2002, justo cuando se está formando el coro Ave Fénix con los antiguos compañeros coralistas. De hecho, la primera reunión social fue en su casa. Pero igual, las obligaciones profesionales eran muy fuertes y no pudo seguir pegado con las avecitas. Siguieron años de enormes logros profesionales, con vida en Corea y Singapur, para regresar como presidente de Bigott en 2012 y hasta 2016, seguidos de otros cuantos años en Colombia, siempre en altísimos puestos directivos.
Finalmente, el primo se jubila en marzo de 2020, luego de una trayectoria profesional fuera de serie, increíblemente extraordinaria.
Hoy en día participa nuevamente en Ave Fénix (“cuando puedo”, nos aclara), y se propone seguir viajando con su Liliana para visitar a sus hijos en Toronto y Berlín. Eso sí: nunca ha olvidado sus orígenes, y a lo largo de los años ha seguido con extrema generosidad aportando tiempo y recursos para diversas causas filantrópicas dentro y fuera de la CUSIB, y colaborando activamente en el movimiento de CUSIB Global.
Rafa, Rafa, gracias por tantas cosas. Para ti sin dudas se aplica el slogan de Buzz Light Year, aquel muñequito de Toy Story:
“Hacia el infinito, y más allá”.
(1) https://www.youtube.com/watch?v=VVtVEd5Mczg
(2) Con aportaciones de Cristina Vogeler (Cristi) y Sergio Vitolo (Seryo)
(3) https://musicanddance.uoregon.edu/royce-saltzman-1928-2023
(4) https://around.uoregon.edu/content/kathy-saltzman-romey-hitting-high-note
Ahora, queremos invitarlos a que aprecien el testimonio de nuestro protagonista de hoy, con todos ustedes, Rafael Márquez.
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