Recuerdos de un ayer

Esta semana, nuestra tradicional columna de recuerdos viene en edición de 2 x 1. La razón no es otra que una coincidencia que deja en claro que la conexión existe, no solo más allá del pentagrama, sino también más allá de lo racional. Aunque cueste creerlo, la segunda llegó mientras preparaba la primera y, honestamente, creo que juntas van mejor ¿no les parece?

UNA EXPERIENCIA DE ORO
Reporta: Miguel Astor

Una de las cosas especiales que tenía la CUSIB, es algo que creo que es muy venezolano: todos éramos como hermanos. Nadie se fijaba en quién era blanco, negro, asiático, rico o pobre, evangélico, judío, cristiano, agnóstico… Y cuando digo que no se fijaba, es algo literal. Nadie lo veía, no era que graciosamente «lo aceptaba».

Por eso en Venezuela, al gordo se le llama «gordo», al flaco «flaco», al negro «negro» y al blanco «catire». Y no, no hay en ello nada peyorativo. Es como si en el inconsciente, los venezolanos nos preguntáramos «¿Y cómo lo voy a llamar, pues?»

Quizás en otros países hay tanto problema con eso porque las personas no entienden que precisamente hay que dejar de ver y dejar de estar pendiente de las diferencias aparentes, para acercarse a lo que verdaderamente nos une.

En la Coral había dos muchachos que venían de San Agustín. Uno era Carlos Ramírez y el otro era Jesús «Totoño» Blanco, el conguero que acompañaba el Son de la Loma, del genial arreglo de Alberto. Fueron muy amigos míos, y nunca vi que por venir del barrio, estuvieran incómodos dentro del ambiente ilustrado ni por las posibles diferencias de clases sociales existentes en la Universidad.

SOLO DEL ALMA

También una vez pasó que la Coral iba a cantar en una especie de «Tigre» en la Unión Israelita de Caracas, supongo que para recaudar fondos para el viaje a Aberdeen. En ese evento, que era algo así como cantar en una cena, o en un evento social, cantamos Noche Coriana, varias piezas más y terminamos con una versión del Jerusalén de oro. Era una pieza que apenas habíamos ensayado unas semanas antes. En el arreglo, de Josefina Benedetti, el solo aparecía sin letra, pero en el concierto lo cantó -de una manera extraordinariamente emotiva- Salomón Cohen.

Tan extraordinario fue, que nunca olvidé esa voz y ese timbre. Al punto que treinta años después se lo canté a un amigo judío en Costa Rica, y se sorprendió de lo bien que me lo sabía. Y cuando vi La Lista de Schindler -otros cuantos años más tarde- lamenté que Spielberg no hubiera escuchado a Salomón cantar, porque esa era la voz que tenía que estar en esa inolvidable escena final cuando los actuales judíos de Schindler depositan una piedra en la tumba de su benefactor.

ME CAYÓ LA LOCHA

Pero volviendo a la presentación de la CUSIB, recuerdo que al finalizar se me acercaron unas personas de la Unión Israelita para preguntarme cómo habíamos aprendido tan bien esa canción. Y yo, que no tenía ningún sentido de la oportunidad, simplemente les dije «es que Salomón es miembro de la comunidad»…
No exagero al afirmar que fue en ese momento cuando me di cuenta y me dije, «Oye sí, es verdad, Salomón y las morochas Benaim son judías»…

Si Salomón no hubiera cantado en perfecto hebreo y no solo eso, sino con las dificilísimas inflexiones vocales propias del canto israelita, yo -que también ando un poco caído de la mata- nunca me habría enterado. Y por supuesto, me parece maravilloso que esas personas sean las bellas personas que son.
Creo que las morochas cumplen años un día después que yo, por eso siempre me acuerdo de ellas por estas fechas de octubre. Así que va también con esta historia, mi deseo porque cumplan muchísimos más. Les mando un abrazo a ellas y al muy serio Salomón.

MUCHO MÁS QUE ORO
REPORTA: Salomón Cohen

Muchos pueden decir que la CUSIB fue su recuerdo más intenso. Pueden decir que estudiar en la USB fue la mejor experiencia de su vida. Yo, en cambio, lo que le agradezco a la CUSIB, es que estructurara mi futuro.

La coral me unió, aun más de lo que ya estaba, a quien es mi mejor amiga, mi compañera y mi esposa: Marisol. También conseguí algo mejor que un título universitario: logré hacer mis amigos.

Así que me parece injusto que no haga pública mi emoción y agradecimiento a ti, mi CUSIB. Me diste todo lo que soy y lo que seré.

¡Felices primeros cincuenta años!

NOTA DEL EDITOR: Las fotos en las que aparecen Salomón y las morochas Benaim, corresponden a una presentación de la coral hermana Ave Fénix.
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One Comment

  1. Anónimo Reply

    Muy emotivo el post de Miguel Astor, de esos que dejan un nudo en la garganta!
    Y Salomón remató para que fuera doble nudo! Bravo por ambos!!!

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