Recuerdos de un ayer

UNA LECCIÓN INESPERADA
REPORTA: Miguel Astor

Llegué a la CUSIB como otros del Grupo Instrumental Universitario Simón Bolívar, que un buen día decidimos irnos a la Coral. Corría el año 1976. Yo, por supuesto, no cantaba nada y me ubicaron como tenor porque mis graves eran tan malos como débiles mis agudos. La CUSIB estaba preparando en ese momento un montaje muy especial de la bellísima Misa de Coronación de W. A. Mozart, con la profesora Ruth Gosewinkel y el coro y la orquesta de la Asociación Música Antigua.

Mi relato corresponde a un momento del ensayo general -que creo que se hizo en el auditorio del Colegio Humboldt- mientras estábamos practicando el final del Agnus Dei. La pieza tiene una parte solista seguida de unos compases muy suaves de la orquesta, antes de la explosión final del coro con el «Dona nobis pacem», festivo y alegre.

Concierto en los jardines de la USB. Foto cortesía del CENDAS

Yo estaba al lado de Sergio Vítolo y en el punto justo antes de la entrada del coro final, Sergio adelantó con tanto ímpetu su «Dona nobis pacem», que la sola fuerza de su voz paró a la orquesta y al ensayo entero. Recuerdo al concertino, maestro Nil Nicolau, poniéndose de pie con cara de pocos amigos, mirando hacia atrás para ver qué era lo que había pasado. También puedo visualizar claramente a la profesora Gosewinkel que se quedó paralizada con la batuta en la mano. Yo estaba aterrado mirando a Sergio como diciéndole «¿Y ahora que hacemos?» Pero él estaba tranquilo con una sonrisa de oreja a oreja, como diciendo que el asunto no había sido con él.

Ese día aprendí dos cosas importantes: que había una forma de hacer la música total, apasionada y valiente; y que cuando se quiere hacer música verdadera, solo se puede lograr con un compromiso y riesgo semejantes, aunque te equivoques y hagas un desastre.

Desde ese momento cantamos así en cada escenario y en cada ensayo. Por supuesto, hay que decir que entonces nadie pensó que el que se había equivocado era Sergio, que, como dije, andaba sereno y risueño, sino el nuevo que pelaba los ojos al lado sin saber dónde esconderse. Jamás olvidé ese día. Y fue una de las experiencias musicales más bellas de mi vida.

NOTA DEL EDITOR: Agradecemos a Miguel por compartir su historia vía Cuéntanos
Nada como aprender de los errores y recordar la lección con humor.

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