Recuerdos de un ayer

LA CUSIB ME ABRIÓ LOS OJOS AL MUNDO
REPORTA: Cristina García

Estudié arquitectura en la USB y fui parte del grupo de estudiantes que tuvo el privilegio de cantar en la CUSIB. En lo particular, tuve esa fortuna desde 1972 a 1977.

Nací en Barquisimeto y me mudé con mi familia a Caracas cuando todavía estaba en primaria. Hasta el 77, aparte de esas dos ciudades, conocía Maracaibo, Barinas y Margarita, donde había ido con una tía abuela. Una tía aventurera y muy divertida que acostumbraba a contratar un chofer para que la llevara a cuantos sitios se le ocurrían. No sé por qué circunstancia me invitó a compartir con ellos aquel viaje. Lo que sí recuerdo muy claramente, fue cómo transcurrió el paso del ferry de Cumana a Punta de Piedras. Y es que ella estuvo las 5 horas guindada del brazo del chofer con una mano y del mío con la otro ¡Sin dejar que nos moviéramos en todo ese tiempo! Luego, cuando llegamos a tierra y nos bajamos del ferry, se arrodilló con los brazos en cruz y, para vergüenza nuestra, delante de todo el mundo, dio infinitas gracias a Dios por habernos permitido llegar sanos y salvos… creo que nunca había sufrido tanto por una aventura.

EL GRAN SUEÑO

Cuando se anunció la fecha del viaje de la CUSIB a Aberdeen y comenzamos los preparativos, supe que coincidiría con mi graduación. No cabía de la emoción, mi primer viaje en grande, el primero en avión, el que me llevaría a conocer a Europa y a participar en un festival internacional, ¡También sería mi viaje de graduación!

La ocasión lo ameritaba. Durante los 8 meses previos al viaje, fui ahorrando. Y esto lo cuento especialmente para los jóvenes que puedan leer esto. Para los que solo conocen el bolívar al que en los últimos años le han quitado 14 ceros. Además de ocuparme de la tesis y de sacar algunas materias que tenía pendientes, trabajaba medio tiempo como dibujante en el INAVI y como preparadora en la USB. En el INAVI ganaba Bs. 1.800 mensuales y los ahorraba por completo. En la USB ganaba Bs.400 y con eso resolvía los gastos que pudiera tener en el mes.

Por supuesto que, al ser un viaje de grado, el plan era hacer un recorrido después de la gira. Era un sueño que compartía con Margarita de la Iglesia, compañera de la coral y de estudios, al que casi en la fecha de salida a Escocia, se agregó Raimundo Mussa, cusibista y futuro arquitecto, tal como nosotras.

LA GIRA

La experiencia de ese viaje de la CUSIB en el 77 fue maravillosa. Rica en hermosos recuerdos, en halagos y reconocimientos al grupo. En compartir con estupendos amigos y hasta en servir de paño de lágrimas a nuestras compañeras del flat (cuarto de la residencia estudiantil) que sufrían desencantos amorosos.
Compartimos también con otros coros e hicimos amistades. Varios de nosotros pudimos establecer un vínculo más cercano con un hermoso grupo de coralistas japonesas del coro Sennzokku, porque coincidimos con ellas en el mismo escenario. Lo divertido era que, entre mímicas y las mismas pocas palabras en inglés que sabíamos, lográbamos comunicarnos de maravilla. El día de la despedida del festival algunas de ellas vinieron a regalarnos sus kimonos (que aún conservo) y nosotros le regalamos nuestras ruanas que habían sido parte del uniforme en los desfiles.

Zoila y Judith luciendo los kimonos y las chicas japonesas nuestras ruanas

Concluido el festival, muchos compañeros aprovecharon para visitar otros destinos. Además de nosotros, el trío de arquitectos recién graduados, un grupo grande siguió a París. Allí nos maravillábamos de todo lo que veíamos y conocíamos.

Un día, al salir de visitar un museo o algo así, fuimos a tomar el metro. Éramos como 15 y a alguien se le ocurrió la idea de decir que cantáramos ahí. Una de las chicas tomó su costosa chaqueta de cuero y, haciéndola casi un nido, la puso al frente del grupo en el suelo para recibir las propinas de los pasajeros que nos oyeran cantar. Empezamos con una de las muchas piezas que teníamos super ensayadas, al poco rato ya teníamos público y cuando el primero se inclinó a ponernos la moneda, la risa se apoderó de todos y, a pesar del desconcierto del público, tuvimos que dejarlo hasta allí.

ASOMBROS Y RECOMPENSAS

Una vez que todos los demás regresaron a Venezuela, comenzó oficialmente nuestro viaje de grado. Un viaje meticulosamente planificado por Margarita, quien cada mañana, con su característico gesto de colocarse el cabello detrás de las orejas, nos decía “He estado pensando…» mientras Ray y yo asentíamos sabiendo que no teníamos opción, para donde nos dijera íbamos -risueños o resignados según el caso- porque ya ella tenía un plan completo de los cómo, dónde y qué ver, mientras nosotros no teníamos ninguna propuesta alternativa. Afortunadamente la mayoría de las veces eran sitios o visitas estupendas.

En el camino cuadramos para conseguirnos con otros tres compañeros de grado. Y es que luego de haber estudiado tanta historia del arte, recorrer aquellos lugares, ser al fin parte activa de lo que hasta entonces solo habían sido imágenes de un libro, era fabuloso. No queríamos perdernos nada y gozamos mucho visitándolos juntos.

Margarita y yo recorriendo Europa
UN DESTINO EXTRA

En ese afán por descubrirlo todo caminábamos mucho. Así fue como dimos con una oficina de turismo a bajo costo para estudiantes, que ofrecía un recorrido que pensamos sería el broche de oro de nuestro viaje, no podíamos perderla. Margarita prefirió continuar conociendo Europa más a fondo con el resto del grupo, pero Ray y yo optamos un nuevo viaje. Un destino que estaba fuera de toda la programación inicial y que solo la CUSIB podía habernos dado: nos fuimos a Japón.

La mímica y las “cuatro palabritas en inglés” nos llevaron hasta Yokohama, a 40km de Tokio. La ciudad de donde provenía el coro japonés que acabábamos de conocer en Aberdeen y donde, por supuesto, vivían las amigas que habíamos hecho… Después de todo, parecía que algo de la tía aventurera había quedado en mis genes.

Noriko, nos recibió en su casa. Un apartamento que compartía con una compañera de estudios. El sitio era pequeño y de un solo ambiente, de manera que todas las noches era necesario mover el poco mobiliario que tenían en la sala, sacar tatamis del closet y tenderlos sobre el piso para dormir en ellos.

Luego nos fuimos donde Harue, quien se disculpó pues su casa no era típicamente japonesa y tenía mobiliario occidental. La madre de Harue era cantante de ópera y tuvo la gentileza de obsequiarnos con un pequeño concierto.

Chako, fue la otra coralista que visitamos. Ahí ella le cedió su cama a Ray porque, al ser hombre, tenía privilegios, y tendió tatamis para nosotras. Además de hospitalidad, me dio una linda sorpresa: como recuerdo del viaje a Aberdeen, ella se había comprado una muñeca y le había puesto por nombre Cristina…

Frente a la casa de Chako (abrazada por Ray) con su familia y Harue (agachada)

En los días que pasamos en Japón, recibimos muchas atenciones tanto de ellas como de sus familiares y amigos. Nos llevaron a conocer varios sitios cercanos a Tokio y en cada uno nos explicaban con detalle cómo debíamos proceder. Les hacia gracia decirnos cómo hacer el ritual en el templo sintoísta, que consistía en: hacer una reverencia, lanzar una moneda y tocar una campana. Una vez que lo hacíamos, se morían de risa. Creo que era una forma de darnos la aprobación.

Estaban pendiente de hacernos visitar y disfrutar lo máximo posible. De modo que cuando les dijimos que iríamos a conocer Kioto, nos regalaron los pasajes para que fuéramos en el tren Shinkansen que, para ese momento era uno de los más rápidos del mundo.

Una de las cosas que más me llamó la atención de su cultura, es que no existía esa camaradería entre hombres y mujeres a la que nosotros estábamos acostumbrados. Cuando paseábamos, los hombres iban adelante y las mujeres atrás. Nunca juntos. En aquel entonces muy poca gente hablaba inglés, pero todos eran serviciales. Si preguntabas una dirección y a la persona no le resultaba fácil explicarlo en palabras, dejaba lo que estaba haciendo y desandaba su camino para enseñarte por dónde debías ir.

La visita a Japón fue una experiencia espectacular. Por el país, por la amabilidad de su gente y por haber tenido la oportunidad de ir, no solo como turista, sino como amiga para poder compartir en la intimidad de sus hogares. Un acierto haberlo agregado al viaje de grado.

Mantuve contacto por 2 o 3 años con ellas; especialmente con Chako. Algunas pocas cartas y mensajes de felicitación, pero no era fácil algo más extenso por las limitaciones del lenguaje. Sin la existencia de videollamadas, ya la mímica no era posible.

FIN DE FIESTA

Como despedida a un muy completo viaje de canto y arquitectura, después de Japón Ray regresó a Caracas y yo seguí hacia la Coruña a pasar navidades con Margarita y sus abuelos que vivían allí. Una pareja adorable, aún recuerdo al abuelo planchando nuestras camas para que se calentaran un poco antes de acostarnos y cómo le gustaba salir con nosotras del brazo para provocar la curiosidad de los vecinos. Como buen pueblo pequeño, al verlo con nosotras del brazo no faltaba alguna que se ponía suspicaz, quizás Margarita podía pasar como familia, pero mi colorcito no permitía tal asociación, y le preguntaba: “Enrique………. ¿y Elisa?”

Yokohama y la Coruña… una bella forma de cerrar el círculo de amistades por el festival, por el canto, por la CUSIB.

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One Comment

  1. Jorge SEQUERA Reply

    Muy bonita historia Cris…. me perdonas por inmiscuirme. Yo creo que esa aventura no debe terminar sinó como se merece: con un albariño, aqui en la Plaza María Pita. Yo te sirvo de guía. Solo necesitamos mas voluntarios y empecemos de una vez con GALICIAGlobal. Tengo algo de japonés y me dejo llevar particularmente por las historias de la edad media japonesa..la llegada del mundo occidental a aquel país cerrado. Y nunca he estado alli, a pesar de que llevo un año, preparándome con duolingo para visitarlo en algun momento. Si convences a Ray, y a MargadelaIglesia, podemos tambien buscarnos la vida y llegarnos hasta TOKIOGlobal. Despues de Madrid, cualquier lugar es poco. Y cualquier lugar es suficiente, no importa donde quede. Me bastará con estén algunos de ustedes para hacer un coro.

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