Ya casi finalizábamos nuestra primera gira por Europa. Era un 4 de Septiembre de 1977, y fuimos invitados a cantar en la misa de recordatorio de aquel fatídico día 3 de septiembre de 1976 en el cual se estrellaron en Las Azores, dentro de un Hércules, 52 integrantes del Orfeón de la U.C.V.
Llegamos a un parque muy bello en Barcelona y después de unas palabras muy sentidas de los organizadores, nos pidieron cantar. Todos muy juntos, como para llenarnos de valor, Alberto al frente para darnos la entrada del Vuela Alma Mía y….eso fue lo que hizo, nos dio la entrada, comenzamos a cantar y a llorar de una, hasta Alberto se volteó y lloró con nosotros… ¡qué difícil es cantar con un nudo en la garganta! Estar en el mismo lugar donde ellos habrían cantado.
Fueron momentos de recuerdos, de dolor, de emociones encontradas…Recordaba a Oswaldo Mendez y a 2 hermanas que cantaron también en el Coro de Cámara de Caracas, donde yo cantaba. Recordaba el día que llegaron a la UCV ambulancias, carros fúnebres, defensa civil y otras camionetas y pick-ups llevando las urnas con los integrantes del Orfeón ¡que impresionante y triste momento! Y luego el entierro en el cementerio del Este, hasta casi las 7 de la noche, alumbrados por lámparas gigantes de los bomberos y del cementerio…Todas esas escenas pasaban por mi mente al cantar y un sentimiento de impotencia, de querer arreglar lo a veces inarreglable.
Ya sus voces cantan desde el cielo y nosotros somos bendecidos por poder seguir cantando y llevando la música coral más allá del pentagrama.
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