Hoy, ProDOC lanzará otro testimonial, de la generación Cantoría-Orfeón. Yolanda, además de ser una maratonista ejemplar e invencible, asumió desde muy temprano en ProDOC la tarea de organizar un equipo de compañer@s de las generaciones más jóvenes de coralistas de la USB para recopilar los materiales de la Cantoría y el Orfeón, y agendar las grabaciones en Madrid y Miami en el 2022, y ahora hacia Miami 2024; es decir otro maratón de amor por sus compañeros coralistas. Con Yolanda, ProDOC abre el segundo centenar de Bloguetines. Esperamos que lo disfruten!
La pasión por el canto, y mucho más
Presentar a una hermana como Yolanda es intentar resumir en pocos párrafos a una persona inquieta y curiosa que ha ido explorando por la vida toda una variedad de artes y oficios. Son tantos años de conocernos y compartir historias que solo hay que cerrar los ojos de vez en cuando, centrarse en una de sus múltiples facetas, dejar correr imágenes como en un cine-collage y las palabras van fluyendo solas. Lo complicado es escoger en qué aspectos centrarse para poder resumir en pocos párrafos a una persona tan multifacética como mi hermana.
Y es que aparte del canto coral y de su actividad más conocida por todos, correr y ganarse todas las medallas posibles (y dejar muy mal parada a su poco deportiva hermana mayor ), su espíritu curioso e inquieto la ha llevado a incursionar por diferentes actividades como el baile (jazz dance, tap y danzas folclóricas), la cocina, la repostería, el bricolaje, la poesía, la gimnasia rítmica, las artes marciales y seguramente me he olvidado de algunas más.
Yolanda nació en una bulliciosa familia de 7 hermanos en donde ella era la cuarta, una después de mí. Nuestra casa siempre estaba llena de gente, (aunque con nosotros era suficiente para llenarla, siempre había primos, amigos, tíos…) y ruido, mucho ruido, de risas, peleas, la tele, el loro, el perro, las aspiradora, la batidora, … y ¡el tocadiscos!.
Nuestro padre era un amante de la música, sobre todo de la clásica, del tango, de los boleros y de la música venezolana, además de usuario intensivo del tocadiscos hasta que crecimos y el control de la música que se ponía pasó a nuestras manos. La primera ópera la fuimos a ver de muy niños con él y la familia salió dividida en dos bandos irreconciliables: los que salieron malhumorados quejándose del aburrimiento y pidiendo no volver a ser llevados a una ópera jamás, y las que salimos maravilladas y conquistadas para siempre por ese género musical (claro, Yolanda y yo).
Así fue como crecimos con música de fondo, tanto en la casa como en el coche ya que mi padre, que era el que conducía, no podía hacerlo sin poner la radio y silbar las canciones (era extraordinario lo bien y afinado que silbaba) mientras mi mamá cantaba con una voz muy bonita y aguda y los niños los acompañábamos a los gritos y no muy afinados que digamos. Gracias a él, y a su mente conservadora en la que se anidaba la creencia de que “las niñas de la casa” teníamos que aprender a tocar algún instrumento como parte de nuestra formación, Yolanda y yo tomamos clases de piano desde muy niñas. Yolan duró solo un par de años pues ya empezaba a asomar esa mente inquieta, y quiso probar otras cosas. (Es curioso que en el esquema conservador de mi padre, los hombres estaban destinados a la sordera musical ).
Yolan estudió en el Colegio Mater Salvatoris de Las Mercedes y se graduó de Ingeniero de la Computación, al igual que yo. Por cierto, en algún momento fui su profesora, elevando su popularidad entre sus compañeros de clase que la perseguían pidiéndole que me “sacara” las preguntas del examen. Es imposible olvidar cuando entró a cantar a la Cantoría, porque a las voces, risas, peleas, radio, tocadiscos, piano, perro, loro, aspiradora y otros artefactos, se sumaron las prácticas de Yolanda en tono soprano. Así fue como la Cantoría y luego el Orfeón definitivamente aportaron otros elementos a través de Yolanda al ambiente sonoro de la casa.
Si algo ha marcado la vida de mi hermana ha sido su trayectoria en la Cantoría USB, el Orfeón USB y la Cantoría Alberto Grau. Comenzó a cantar en una etapa de su vida en la que necesitaba de una actividad que la distrajera y motivara, y allí no solo encontró la pasión por el canto coral, sino que forjó fuertes lazos de afecto y amistad, importantísimos para ella, que es además una persona muy sentimental.
Esta relación profunda con sus grupos corales ya la sabía, pero la llegué a entender y vivir plenamente cuando fui a oírla cantar en el encuentro Madrid 2021 de la CUSIB y sentir casi como mía la emoción que ella estaba viviendo. Eso y la buenísima onda del grupo fue lo que me llevó a querer participar al año siguiente. Hoy en día estoy enormemente agradecida de poder compartir con mi hermana, aunque sea tardíamente, de esa componente tan importante de su vida.
Yolan trabajó un tiempo en su profesión, pero ya se estaba destapando su verdadera personalidad, curiosa e inquieta que no iba a conformarse con quedarse allí, cuando le atraían muchísimo más otras actividades, casi todas vinculadas a la expresión corporal y manual. Así fue como con el apoyo de Luciano (†), su esposo en aquella etapa, fue dedicándose cada vez más a explorar y cultivar su lado artístico desde diferentes ámbitos.
Entre las cosas que más admiro de ella, son la tenacidad, la intensidad y el perfeccionismo con los que Yolan aborda todo lo que se propone lograr. No soporta que algo le salga medianamente mal, así que pone todo su empeño en superar barreras y lograr los mejores resultados. Por ejemplo, sin haber tenido una vida previa de práctica deportiva, Yolanda se lo propuso y con mucha disciplina y voluntad logró ser la corredora que es hoy en día. De la misma manera, tomó clases de canto y de música, para poder leer partituras y para poder llegar a esos agudos imposibles de las sopranos. No solo lo logró sino que no ha dejado de tratar de superarse cada día. Hoy en día Yolan canta en tres corales de su ciudad, West Chester, Pennsylvania, que son el West Chester Area Community Choir, The Brandywine Valley Chorale y A Cappella Pops.
Aparte de su afición por el canto, el deporte y las artes manuales, Yolanda tiene otra pasión: los animales. Yo siempre he dicho que en mi familia corre un gen al que llamo “recoge-gatos”, pero que en realidad es extensivo a todas las especies como perros, pájaros, iguanas. Bueno … no a todas . El gen es dominante y Yolan no se salvó. Yo creo que es imposible hablar de ella sin mencionar su amor por los animales. En su casa vive 1 gato (2 hasta hace un par de meses), gallinas y un perro, y ha sido el hogar de acogida de gatos que esperan adopción, llegando a tener más de 12 a la vez. Hoy en día Yolanda ofrece servicios de cuidado y alojamiento de perros además de peluquería canina, especialidad que ha estudiado y aprendido gracias a su acostumbrada voluntad y empeño. No es extraño ver perros pasar o que vienen a saludarla en los zooms semanales de la familia. Ellas los disfruta, los quiere y nos manda fotos de todos. Mi móvil está lleno.
Su casa es también el “hogar de acogida” de mis hijos que adoran ir a visitarla, encompincharse con sus primos Dany y las morochas Sophie e Irenita, compartir con el tío Bill y dejarse consentir por ella.
Seguro que hay cosas que me ha faltado incluir. Desde hace muchos años, mi hermana y yo hemos estado viviendo en países diferentes, con lo cual es posible que haya detalles y eventos que de haber vivido más cerca, conocería o les daría prioridad en esta presentación. Por otro lado, cualquier imprecisión en el texto es 100% “mea culpa” ya que no he querido preguntarle nada para poder escribir más libremente sobre ella desde mi perspectiva, sin mezclarla con la de ella misma. Ahora nos toca oírla a ella. Vayamos al video para escuchar lo que ella tiene que decirnos.
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